martes, 5 de enero de 2010

Ella ganaba bien, como telefonista, yo laburaba mal, y ganaba peor.
Yo tenía el primer papel, y ella el de protagonista, de la historia más
triste de todas las de amor.
La fiché desde lejos, moviendo su cintura, y al ritmo de su cuerpo
mi mirada bailó.
Se rompían los espejos reflejando su hermosura se
rompían los esquemas de mi pobre corazón.
Dichoso si es que existe el dueño de esta perla, de esta obra de
arte, de esta boca de miel.
Le dije y ahí nomás a pesar que existía ni papel ni
biromes "derechito al hotel"
Supe que era casada con problemas de pareja y que no soportaba
gente de mal humor.
Supe que enloquecía con los besos en la oreja que en la cama y
desnuda baila mucho mejor.
Ella le caía bien a todos mis sentidos, salvo cuando el marido era el
tema de hablar.
Cuando su confesión lastimó mis oídos me dije "no la escuches,
no te ahogues en su mar".
Yo abrí de par en par las puertas de mi alma y dejé que saliera mi
secreto peor,
disimulando lo triste y conservando la calma le dije "aunque no
creas, estoy buscando amor".
Nos rendimos los dos a fingir como tontosque yo era su marido y que
ella era mi mujer.
Pero al cabo de un tiempo yo no quería ser su esposo, ella quiso
volver a ser la dama infiel.
Ahora ella está feliz, volvió con el idiota. Yo recorro las calles
buscando otra mujer.
Y aprendí que mentirse tiene patas muy cortas que
siempre la costumbre va a matar al placer.

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